Las enfermedades cardiovasculares representan la primera causa de muerte e invalidez en nuestro medio; por tanto, sólo desde una integración y coordinación de los recursos sanitarios podremos aportar soluciones que permitan limitar sus consecuencias. Para el logro de este objetivo es necesario disponer de protocolos, coordinados entre especialistas y médicos de atención primaria, que nos ayuden en el diagnóstico, tratamiento y prevención de la enfermedad cardiovascular. Es impensable que desde la exclusiva perspectiva del especialista pretenda darse una adecuada respuesta a nuestro principal problema de salud.
Aunque hemos asistido en los últimos años a una formidable mejora en nuestro arsenal de técnicas diagnósticas y modalidades terapéuticas, la mayoría de nuestras intervenciones en el área de las enfermedades cardiovasculares son exclusivamente paliativas. Somos, por lo general, capaces de mejorar la calidad de vida y prolongar la vida de la mayoría de nuestros pacientes cardiópatas; sin embargo, en contadas ocasiones podemos curarlos. Es de esperar que en el presente siglo se produzca un paulatino cambio de tratamientos paliativos por intervenciones de carácter curativo y, finalmente, una progresiva reducción y posible desaparición de la enfermedades cardiovasculares por medio de intervenciones preventivas. En este sentido, aunque ya disponemos del mapa completo del genoma humano, sin duda tardaremos mucho más tiempo en contar con auténticas y eficaces armas en el campo de la terapia génica, y quizás distamos aún mucho más en disponer, en nuestra propia casa, de un animal con nuestra misma información genética a punto para reemplazar nuestros órganos cuando lo necesitemos. El aumento de las posibilidades terapéuticas curativas reemplazarán a las intervenciones paliativas y, finalmente, aunque ¿cuándo?, será posible la prevención de las enfermedades cardiovasculares que llevarán a su desaparición.
Asistiremos a la mejora de las técnicas diagnósticas actualmente disponibles (ecocardiografía, angiografía, resonancia magnética nuclear, tomografía de emisión de positrones, etc.) y viviremos el traslado a la práctica clínica de otras nuevas (tomografía de electrones, nuevas determinaciones bioquímicas, espectroscopia, etc.) que nos permitirán disponer de métodos diagnósticos cardiovasculares no invasivos y cómodos para los pacientes. Sin embargo, es fácil pronosticar que la electrocardiografía convencional, técnica sobre la que se ha sustentado la práctica totalidad de la historia de la medicina cardiovascular y, en cierta medida, la historia del conjunto de la medicina, continuará como una imprescindible herramienta en el día a día de nuestra actuación clínica. Es y será insustituible en la valoración estructural y funcional del corazón, así como de la afección cardíaca en procesos sistémicos; sirva como ejemplo su utilidad en el proceso diagnóstico en pacientes con sospecha de insuficiencia cardíaca, ya que un electrocardiograma completamente normal excluye en la práctica dicha posibilidad diagnóstica, es un pilar básico del diagnóstico de los síndromes coronarios agudos, trastornos del ritmo cardíaco, etc., en la actualidad, con alguna determinación analítica, se ha integrado en el concepto de historia clínica. En la práctica clínica de especialistas y médicos de atención primaria es, sin duda, la técnica con mejor rentabilidad coste/eficacia. Por ello, todos los estudiantes y profesionales de la medicina, tanto de medicina como de enfermería, deben disponer de un mayor o menor grado de conocimiento de la información aportada por el electrocardiograma. En este punto quisiéramos realizar una reflexión sobre la situación de la cardiología en España. Estamos convencidos de que debemos evitar el rumbo que en algunos centros está sufriendo la cardiología actual. Los cardiólogos jóvenes concentran su atención en la adquisición de habilidades en la realización de pruebas complementarias (ecocardiografía, electrofisiología, angiografía diagnóstica y terapéutica, etc.), desatendiendo la competencia clínica. Es cierto que somos insustituibles para la realización e interpretación de dichas técnicas, pero también debemos serlo a la hora de dirigir el proceso diagnóstico y terapéutico de los pacientes con patologías cardiovasculares; corremos el riesgo de que en un futuro próximo tan sólo nos requieran para la realización de dichas pruebas, con una participación limitada en la clínica. Es urgente nivelar los aspectos técnicos y clínicos en la formación especializada.
La obra (texto y soporte electrónico) de Luis Rodríguez Padial enlaza con esta reflexión, ya que nos ofrece una visión moderna de la electrocardiografía, exponiendo de una forma clara y rigurosa las bases de la técnica, así como los hallazgos de mayor utilidad clínica en las diferentes patologías cardiovasculares. Su obra tiene una especial relevancia al tratarse de un cardiólogo con importantes contribuciones en el campo de la electrocardiografía y su lectura permite apreciar las indudables cualidades docentes del autor. La obra escrita se estructura en cuatro partes, una primera que analiza las bases fisiológicas y técnicas en las que se basa la electrocardiografía, en la segunda se expone el razonamiento fisiopatológico de los criterios electrocardiográficos en los que se basan los diferentes diagnósticos electrocardiográficos y una tercera y una cuarta en las que podríamos agrupar un conjunto de algoritmos diagnósticos de los trastornos eléctricos más frecuentes y un conjunto de casos electrocardiográficos acompañados de una breve información clínica. Merece destacarse la claridad expositiva del conjunto y de las figuras en particular.
La primera parte ofrece al lector, además de las bases de la electrofisiología cardíaca, un primer capítulo en el que se describen de forma clara los fundamentos del registro electrocardiográfico. La descripción en el capítulo 3 del cálculo del eje eléctrico, basado en la búsqueda de la derivación isodifásica, es clara aunque incompleta, ya que en la práctica en una importante proporción de ECG no disponemos de este tipo de derivaciones. Sin duda, la segunda parte de la obra es la de mayor brillantez expositiva, permite al lector sin experiencia en electrocardiografía la fácil comprensión de los criterios electrocardiográficos en los que se basa el diagnóstico de las diversas patologías; quizás ejemplos de la evolución del ECG en pacientes con infarto con onda Q de las localizaciones más típicas podrían contribuir a enriquecer el contenido del capítulo 6. El capítulo 11 y los ejemplos de aplicación práctica de los algoritmos diagnósticos son de gran utilidad clínica para personas no expertas en electrocardiografía, podrían considerarse una aportación original en este campo y enlazan con los sistemas automatizados de informe electrocardiográfico. Su sentido clínico, así como el de los casos incluidos en el apartado IV (El ECG en la práctica clínica) son el reflejo de un autor que aglutina excelencia asistencial y docente.
Es una obra de especial utilidad para personas que se inician en el campo de la electrocardiografía, en especial para estudiantes de medicina, médicos en período de formación y personal del enfermería.
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